sábado, noviembre 25, 2006

El Antifaz


Mostrame tu lado menos gentil.

Decime las cosas que no quiero oir.

Contame qué es lo que te fastidia de mi.

Resalta mis defectos menos notorios y menciona los más obvios.

Criticá mis actitudes errantes.

Y al fin te darás cuenta cuánto de vos me mostraste y cuánto entonces conoceré cómo sos realmente.

Cuando hablamos de los demás, indirectamente hablamos mucho de nosotros mismos.

domingo, noviembre 19, 2006

Hoy puede ser un gran día


Amanece, que no es poco, y él está sentado en la cama con las piernas cruzadas y sus ojos cerrados. Talvez esté planeando lo que tiene que hacer hoy, o quizás esté agradeciendo por lo que vivió ayer, o simplemente, agradeciendo por hoy haber podido despertar. Solo él lo sabe.
Abre sus ojos, indicando que un nuevo día comienza, lleno de intrigas y de sorpresas. Dibuja una sonrisa en su rostro, burlándose así de lo que el día de hoy le depara a su vida, y se levanta.
Abre la ducha, entra, cierra la ducha, sale; la actividad más rutinaria de nuestras vidas en un abrir y cerrar de ojos. Una vez reanimado por el agua, se dispone a tomar un reconfortante café.
Se sienta en su sillón favorito, y a medida que levanta la taza hasta apoyarla sobre sus labios, él va previendo las cosas que hoy tiene que afrontar. Algún que otro dilema en el trabajo que acarree hacerse mala sangre, alguna que otra influencia en el stress. Que hoy la demora del tren es mayor que la habitual. Que ese libro que empezó hace una semana, a pesar de mantenerlo atrapado, le resulta interminable, y hasta cierto punto tedioso. Que ya está cansado de comer pizza y empanadas de rotisería, y se plantea seriamente cocinar algo el mismo. Que por más que trate de disimularlo, se siente solo, abandonado; y se encierra en esa soledad como disfrutando de la tristeza y de la música lenta. Porque en cierto punto, todos somos en cierta medida así; cuando nos cortamos, nos gusta tirar un poco de sal en la herida, porque, si podemos tolerar el dolor de la sal, más podemos tolerar el dolor de la simple herida. Un poco de sufrimiento para sentirse realmente vivo.
Y en esos pensamientos va premonizando su día, y cuando la taza esta a punto de vaciarse, piensa en que talvez Serrat tenga razón, y hoy pueda llegar a ser un gran día y que, pase lo que pase, a la noche él va a estar sentado nuevamente en su cama, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, pensando en lo que tuvo que hacer hoy, o talvez agradeciendo por lo que hoy vivió, o, quizás, pidiendo para mañana poder despertar.
Solo él lo sabe.

Dama de ajedrez


Ella está esperando, solamente se limita a esperar. Espera la llegada de su príncipe azul, o la aparición de una rana fiel a quien besar, y así calmar su necesidad y cumplir con sus expectativas de un amor rebuscado.
Ella está observando, simplemente está observando desde afuera los detalles del juego. Fijándose los malos movimientos y las buenas tácticas y estrategias para adornar un sentimiento.
Ella cava día y noche en sus pensamientos, buscando a alguien que sea un espejo, un reflejo de lo que ella es, o al menos, aspira ser.
Ella teje, teje ilusiones con preconceptos e imágenes vendidas para formar un bello modelo del amor.
Ella llora, derrama sus penas sobre sus mejillas que buscan la respuesta a una pregunta retórica. Luego, ella barre, barre la suciedad de su conciencia y se resigna a pensar que siempre un resto va a quedar allí.
Ella vuela, navega por el cielo dibujando con nubes grises su futuro desesperado.
Ella simplemente esta ahí, parada, pensante. Esta tramando su mejor decisión, deliberando seriamente si debe atravesar esa puerta o no.
Y yo... yo estoy detrás de esa puerta, aguardando a que ella cruce, y así, poder clavarle un cuchillo de seda y hacerle entender que ella es una dama de ajedrez.